11 de Julio 2016
Las altas concentraciones y el uso inadecuado de los bloqueadores solares o filtros ultravioleta (UV) alteran los ecosistemas marinos y gradualmente podrían afectar la salud de las personas, señaló Gabriela Rodríguez Fuentes, investigadora de la Facultad de Química (FQ) de la Unidad Académica de Ciencias y Tecnología de la UNAM en Yucatán.
Ligados a la actividad turística, estos productos de cuidado personal pueden ser de naturaleza orgánica e inorgánica. Los primeros, de tipo aromático, funcionan como una pantalla solar que absorbe la energía de la radiación UV; los segundos, hechos de nanopartículas de zinc y titanio, permiten que la radiación rebote.
“Sin importar su presentación (gel, spray o crema), se ha reportado la capacidad de penetrar la piel y bioacumularse en órganos de consistencia grasosa”, detalló la universitaria.
La oxibenzona, el octil salicilato y el octinoxato, componentes de los orgánicos, perturban el sistema endocrino de algunos peces y producen blanqueamiento de los corales. Además, se ha documentado su presencia en la leche materna y la orina de los humanos.
Aunque no se han encontrado implicaciones consistentes y directas en la salud de las personas, se estudia una posible interacción; mientras tanto, la preocupación real se enfoca en dos planos: las quemaduras frecuentes por el mal uso y la relación significativa Sol-cáncer.
Afectación en peces y corales
Según una investigación, realizada por Rodríguez Fuentes en playas de Cancún, algunos peces como el sargento, cebra, medaka japonés, carpa cabezona y trucha arcoíris presentan alteraciones endocrinas y estrés oxidante al exponerse a concentraciones altas de bloqueadores UV de tipo orgánico.
El organismo de los peces confunde esos compuestos con el estrógeno, lo que provoca que se una a los receptores celulares para esta hormona y altere el funcionamiento celular.
Por ejemplo, explicó, “para que la producción de vitelogenina (VTG, proteína precursora de la formación del huevo) se active, es necesaria la presencia de estrógenos. En las hembras de peces tropicales es común hallar la VTG antes de la época de reproducción”.
Los machos también cuentan con el gen VTG, pero carecen de las concentraciones específicas de estrógeno para iniciar su síntesis. No obstante, “al entrar en contacto con los protectores UV, su organismo también confunde a la supuesta hormona y puede activar su sistema de reproducción, que es específico de las hembras”, subrayó.
Derivado de ello, de manera paulatina se modificaría la dinámica de la población: “existirían machos no tan machos, así que no habría con quién aparearse”.
Al igual que las plantas, los corales necesitan luz solar para la fotosíntesis. Estudios citados por la universitaria revelan que los compuestos de los bloqueadores se comportan como capas protectoras que pueden alojarse sobre esos organismos e interferir con la absorción adecuada de la luz. “Esto produce radicales libres y disminuye la fotosíntesis, lo que provoca el blanqueamiento y la muerte del coral.
La cultura del uso adecuado
Según los dermatólogos, para que los protectores solares funcionen de forma adecuada deben aplicarse media hora antes de entrar al agua, y repetir su uso cada dos horas en cantidades considerables (el tamaño de una manzana pequeña). Se debe cubrir desde la cara hasta los dedos de los pies, incluidos orejas y tobillos.
“Aunque la concentración de filtros UV en las cremas solares es alta (aproximadamente 10 por ciento), aplicarlas apropiadamente podría reducir el impacto en los ecosistemas acuáticos al disminuir su transferencia al agua, y nos protegerían mejor”, afirmó.
En la actualidad, estos productos existen como una mezcla que incluye hasta siete distintos protectores orgánicos e inorgánicos, y su factor de protección alcanza 120.
No obstante, “por ser de cuidado personal carecen de regulaciones sólidas ambientales. Ni en Europa ni en Estados Unidos son sometidos a pruebas tóxicas estrictas como sucede con un fármaco, por lo que ninguno es totalmente seguro y constituyen un nuevo grupo de contaminantes emergentes que hay que seguir estudiando para determinar su impacto en la salud humana y los ecosistemas”, concluyó.
FF/BPG